El silencio, dicen, puede ser más elocuente que las palabras. En el caso de Michelle Bachelet, ex Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y dos veces presidenta de Chile, su falta de pronunciamiento sobre las recientes elecciones en Venezuela ha generado más preguntas que respuestas. ¿Por qué alguien con su vasta experiencia y renombre en la defensa de los derechos humanos optaría por no hacer declaraciones públicas en un momento tan crítico? La respuesta, quizás, yace en la complejidad de su historial político, donde el silencio ha sido una constante, muchas veces envuelto en la estrategia.

Recordemos el famoso «paso» de Bachelet durante su segunda campaña presidencial, un gesto que, aunque en su momento fue tomado con cierto grado de ironía, ha revelado con el tiempo una tendencia más profunda en su forma de hacer política: la cautela extrema, a menudo percibida como falta de compromiso en situaciones difíciles. Hoy, este silencio vuelve a resonar, pero en un contexto mucho más grave, donde el futuro de un país entero, sumido en una crisis política, económica y humana.

Las elecciones en Venezuela no han sido un tema menor en la agenda internacional. Acusaciones de fraude, represión y falta de transparencia han marcado el proceso electoral, creando un escenario que demanda voces firmes y comprometidas que denuncian las injusticias y exijan claridad. En este sentido, la ausencia de un pronunciamiento claro por parte de Bachelet es desconcertante. Algunos podrían interpretar su silencio como una táctica política, una muestra de su prudencia habitual. Sin embargo, ¿es este el camino adecuado cuando los derechos humanos están bajo amenaza?.

Hay quienes especulan que su silencio responde a una necesidad de proteger su posición e intereses de cara a un eventual regreso al escenario político chileno. Pero, ¿es justificable mantener un perfil bajo cuando el deber ético exige alzar la voz en defensa de los principios que Bachelet ha jurado proteger? ¿No es este precisamente el momento de actuar, de usar su influencia para impulsar un cambio real?

El mundo observa, y en tiempos en que las elecciones están bajo sospecha, el silencio no puede ser la respuesta. La ex presidenta tiene la responsabilidad de hablar por aquellos que no pueden hacerlo, de condenar las injusticias y de exigir transparencia. No hacerlo, bajo el pretexto de la diplomacia, podría ser interpretado como una falta de liderazgo en un momento crucial.

En última instancia, el silencio de Bachelet no solo deja un vacío en el discurso internacional sobre Venezuela, sino que también podría minar su legado como defensora de los derechos humanos. Su negativa a tomar una postura clara en situaciones complejas refuerza la percepción de una falta de compromiso que, con el tiempo, podría eclipsar sus logros. La historia no solo juzgará a quienes cometen abusos, sino también a quienes, pudiendo hacer algo, optaron por no actuar. El “paso” en sus declaraciones debe dejar de ser la tónica en la política chilena si aspiramos a un liderazgo verdaderamente comprometido con la justicia y los derechos humanos.

Nuestro espacio COLUMNAS DE OPINIÓN es abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor/a, y no refleja necesariamente la línea editorial de Contingencia Chile.

Si deseas enviarnos tu Columna, puedes escribir un mensaje al Instagram @contingenciachileradio